DELIRIOS DE "UN PASEANTE SOLITARIO".

                                      No puedo salir por las mañanas. Siento un agobio sofocante que me trae pensamientos sobre la inutilidad de toda mi vida, de toda mi existencia, incluso de la inanidad del mundo. ¿Qué puede hacer uno que siente su camino como esencialmente errado, extraviado? ¿Podrá encontrarse alguna vez? ¿Encontrará algún lugar que lo reconozca como propio? O estará condenado a vagar como  alma en pena  sin cielo ni infierno, ante un dios indiferente.
                                             La existencia, la conciencia carecen de sentido y, sin embargo, me aferro a cualquier idea o ficción como forma de sobreponerse al absurdo de la finitud, que reconoce que la infinitud es lo único que puede liberarla. Surgen los trampantojos de las metafísicas , las teologías y un millar de cosas más. Surge la pregunta abismal; ¿Es posible soportar el delirio de una vida esencialmente caótica y contingente para una conciencia que busca el sentido de sí misma? Que busca una pequeña choza en este valle de tempestades. Sí, necesito un salvavidas, un flotador que me ayude a mantener la línea de flotación. Una esperanza aunque sea absurda, falsa, irreal. Frente al hecho de la inutilidad de la conciencia. Pues díganme,¿para qué sirve la conciencia? (Una buena respuesta: Para alumbrar el mundo.)
                                                  Yo en el mundo, yo luchando por no hundirme en el origen, porque al final no hay más que lo que había al principio. Algunas noches rezo, si por rezar se entiende buscar un sentido a la vida, a la existencia. Algunas veces me llega  un leve rumor que me dice que más allá del horror y la desolación hay un espíritu de amor que nos acoge a todos, sin preguntarnos quién hemos sido.
                             



                                                                 
                 

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